AKTUALITATEA

| 2021-05-02

Es cierto que el Primero de Mayo se conmemora la lucha de los trabajadores y no solo en términos de mejora de sus condiciones laborales. Ha habido una época histórica en la que los trabajadores representaban no solo un tipo de conciencia concreta, sino un modelo alternativo de sociedad. El Primero de Mayo viene a rememorar la posibilidad de construir el mundo de otra manera.

El capitalismo y el neoliberalismo nos ha llevado a contemplar la vida con absoluta inmediatez. Percibo tres grandes cambios que hasta ahora no habían sucedido en la historia de la humanidad. La huella ecológica está poniendo en riesgo la propia vida en el planeta. La izquierda no es capaz de acompañar esta reflexión con una dinámica “radical” en el sentido de que este modo de consumo de la riqueza y el consumo es además de injusto, está poniendo en riesdo la vida en el planeta. Por otro lado, hasta ahora las potencias mundiales en términos económicos eran también las potencias en términos militares. Es muy probable que en los próximos años la potencia hegemónica en términos económicos sea China y la potencia militar hegemónica sean los EEUU. Esto no había sucedido nunca. Y hay un tercer factor que creo que es determinante para que la izquierda haga lecturas adecuadas de la situación. La clase media, que es una clase autopercibida, siempre ha llevado en su ADN político la metáfora de la escalera social, en la que generación tras generación se iba escalando. En el actual sistema económico, y tras la crisis financiera del 2008 y la crisis actual, lo que esta derivando es en una situación en la que esa clase media autopercibida empieza a mirar hacia abajo y no hacia arriba; está en un proceso de proletarización. Y además, eso trae como consecuencias que las generaciones posteriores van a vivir peor y con menos derechos y más miedo que lo que hemos vivido nosotros. Esto está definiendo unas sociedades en las que el miedo, la inseguridad y la zozobra está permitiendo a algunos hacer una gestión política de todo esto que está sucediendo. Pero el factor fundamental para leer está situación es la situación de esas clases medias que en vez de ascender saben que van a descender.

Cuando las clases medias, las pequeñas burguesías de los países tienen miedo tienen una tendencia natural hacia el radicalismo. En algunas ocasiones esas clases medias se han radicalizado hacia la izquierda, pero en la mayor parte de las ocasiones se han radicalizado hacia la derecha. Ese miedo, esa inseguridad que en los años 30 derivó en el nacimiento del nacional socialismo en Alemania, lo que está produciendo es el auge del autoritarismo, que no significa más que unas clases medias asustadas que lo que necesitan es que alguien ponga orden y recuperen lo que ellos creen que es el orden natural de las cosas, que es la escalera social. No se dan cuenta que esto lo que produce es sistemas autoritarios. Quieren construir modelos autoritarios de gobernanza en nombre de la libertad. Ahora los neofascistas quieren poner en marcha la revolución absolutamente autoritaria y conservadora en nombre de la libertad. De la libertad burguesa. Que consiste en yo puedo consumir donde yo quiero, yo puedo ponerme la mascarilla o no, yo puedo beberme una cerveza o no. Esa es la libertad burguesa, la individual. La izquierda tiene que recuperar otro sentido de la libertad. La libertad que solo se compra con dinero no es libertad, es privilegio.

Tengo la impresión que en los Primeros de Mayo la izquierda, incluso los sindicatos, se movilizan haciendo demandas que son legítimas y necesarias, pero que atienden solo a lo inmediato, a los problemas que tenemos hoy. La izquierda tiene que recuperar el relato del mundo. No hay problemas aislados. El problema es un sistema económico de producción y de consumo que pone en riesgo al planeta, que reparte la riqueza de manera no equitativa, que produce en muchas ocasiones en condiciones que hacen imposible la vida. La izquierda tiene que, y lo digo en el término más constructivo de la palabra, “radicalizar” su posición. No nos podemos permitir ser ambiguos en el día de hoy. Esta situación solo se resuelve con un proyecto alternativo de izquierda. No caben medias tintas en esto. El mundo se puede construir sobre dos bases. Una es sobre la base del dinero, con el objetivo de que algunos acumulen mucha plata, como diría Pepe Mugica; pero hay otra manera de construir el mundo, poniendo a la gente y sus necesidades en el centro. Entonces el dinero es instrumental y sirve para que la gente tenga asegurada la vivienda, la educación, los cuidados... Ese es modelo que tiene que construir la izquierda. Si hay una frase que nos ha tocado vivir es esa que inventaron los jóvenes: “Esto es lo que hay”. Frente a ese pesimismo, la izquierda tiene que decir “esto es lo que hay que... cambiar”.

La izquierda soberanista vasca tiene que centrar el debate. Ahora, en la pandemia, hay una idea que circula que dice lo importante es la pandemia, las políticas sociales, las políticas públicas... como si eso no tendría nada que ver con la soberanía. Ahora que el lehendakari Urkullu está rogando en Madrid el Estado de Alarma, lo que decimos es que soberanía es quién decide, qué decide y dónde decide. La izquierda soberanista lo que dice es se decide en Euskal Herria, se decide todo en Euskal Herria y se decide entre todos los que vivimos y trabajamos en Euskal Herria. Sin soberanía, las políticas públicas que se pueden aplicar son más difíciles en la medida que la relación de fuerzas es mucho más favorable para la izquierda que lo que es en el Estado español. Por lo tanto, aquí tenemos la posibilidad de implementar “esto es lo que hay que cambiar” ya. Aquí, en Euskal Herria, sí se puede.