Maddalen Iriarte Okiñena, portavoz de Gipuzkoa de EH Bildu
Esta es la historia de un despropósito. Una historia que arrastramos desde hace más de 40 años y que tiene en Ezkio un perfecto resumen de lo que ha supuesto todo el proyecto: una suma de imprevisión e imposición, que nos ha traído hasta el punto de tener, en el corazón del Goierri, una estación fantasma en un pueblo de menos de 1.000 habitantes, que ahora mismo no sirve para nada y cuyo futuro es incierto.
Esta es también la historia de un gran escándalo, porque todo el despropósito lo venimos pagando las y los contribuyentes, aflojando dinero durante años y años, mientras Euskotren seguía tardando tres horas en ir de Donostia a Bilbo y las redes de transporte continuaban siendo ineficientes. Las instituciones, eso sí, nos repetían que todo iba bien, aunque todas veíamos que los túneles y viaductos delante de nuestras casas llevan muchos años terminados y por ahí no pasa ningún tren.
No es fácil fijar bien los términos del debate en un proyecto de estas características, que superará con creces la duración de las obras del Escorial de Madrid e incluso las del Taj Mahal de la ciudad india de Agra.
Las obras de la llamada linea de alta velocidad arrancaron en 2006 y el Gobierno Vasco anunció que el tren entraría en funcionamiento en 2010. Han pasado 15 años y ahora, algo más prudentes, ya nadie se atreve a dar una fecha.
La llamada Y vasca tiene como objetivo, según sus promotores, “unir entre sí, por alta velocidad, las tres capitales de la comunidad autónoma vasca y acercar Euskal Herria al resto de la Península y a Francia. Además de permitir la interconexión de las capitales vascas, la nueva infraestructura ferroviaria tendrá conexión con Iruñea”.
Veamos.
Hacia el Sur, el Gobierno español aún no ha licitado ni un solo tramo de la línea de alta velocidad entre Gasteiz y Burgos, aunque espera hacerlo en breve.
Hacia el Norte, el Gobierno francés reiteró hace algo más de un mes que, en el mejor de los casos, la conexión no estará lista hasta 2042.
Y respecto a las conexiones en el interior de nuestro país, todavía hoy sigue sin saberse por dónde se conectará la “Y” con Iruñea, para continuar luego hacia el Mediterráneo. Es decir, han pasado 19 años desde que empezó la obra y seguimos sin saber por dónde va a ir.
Es en este punto de la conexión mediterránea donde Ezkio toma protagonismo. En el año 2000 estaba previsto que allá hubiera un puesto de adelantamiento y estacionamiento de trenes. Trece años más tarde se decidió reconvertir ese puesto en estación de viajeros “por su posible uso con ese fin a medio y largo plazo”, dijeron. Además de las cuatro capitales, Ezkio iba a ser una de las dos localidades vasca, junto con Tutera, que tuviera una estación propia de viajeros de alta velocidad.
Dicho y hecho. En marzo de 2020, Euskal Trenbide Sarea, por encargo del Gobierno de España, sacó a licitación la estación de Ezkio, y un año más tarde la adjudicaron. En verano de 2022, con la obra todavía en marcha, el Gobierno vasco decidió dejarla inacabada y rescindió el contrato con la constructora. No estaba claro que fuera a haber trenes en un futuro próximo y mucho menos viajeros. Hubo que indemnizar a la constructora, claro. En total, más de 4 millones de euros para una estación que sigue sin estar terminada.
Ezkio ha sido defendido por algunas como el punto de conexión ideal entre Iruñea y la “Y”, mientras otros defienden que es mejor hacer la conexión por Gasteiz. Entre las primeros, de forma insistente, la Diputación de Gipuzkoa, aunque los mismos partidos que gobiernan en la actualidad en Gipuzkoa dicen lo contrario cuando hablan desde Gasteiz. El caso es que la obra, que pagamos entre todas, es propiedad del Gobierno de España, que es quien decide por dónde va, y ahora se encuentra deshojando la margarita, después de haber apostado anteriormente de forma clara por Gasteiz, por ser la alternativa más barata.
Si finalmente fuera por Goierri, los trenes que vayan desde Donostia hacia Nafarroa o viceversa, tendrán que parar siempre en Ezkio. La línea no ha sido diseñada para que pueda hacerse sin paradas. Se impone parar siempre y cambiar el sentido de la marcha, lo que genera algunas paradojas: una de las mas llamativas es que se tardará menos en ir de Bilbo a Iruñea que en el trayecto Donostia-Iruñea, porque para ir desde Bilbo a Iruñea no será preciso detenerse.
Por ejemplo, un tren que saliera de la planta de Volkswagen de Iruñea, o de la de Opel en Zaragoza, llegaría mucho antes al puerto de Bilbo que al de Pasaia, siempre que la línea sea utilizadas para mercancías, cuestión que sigue sin ser aclarada.
Lo mismo le ocurrirá a una o un estudiante de Iruñea que esté dudando entre estudiar en Donostia o hacerlo en Bilbo. Tardará menos en llegar a Bilbo desde la capital de Nafarroa que en llegar a Donostia. Y lo mismo ocurrirá en sentido inverso.
Parece inexplicable, pero es otra muestra más del despropósito general. El trazado de la línea, ya construida, es el que es y no tiene la curvatura suficiente para poder desviarse directamente desde Goierri hacia Sakana.
En definitiva, la ciudadanía lleva gastados miles de millones de euros en un proyecto que va camino de cumplir 20 años de obras y que no tendrá salida hacia Europa al menos hasta 2042. Y Ezkio tiene una estación inacabada en la que hemos gastado 4 millones de euros, cuando ni siquiera sabemos si algún día va a tener pasajeros ni tampoco si servirá para conectar con Nafarroa. Gipuzkoa ha perdido diez años y cuatro millones para responder de forma eficaz a retos más necesarios que tiene el territorio.
Este es el estado de la cuestión. Con este planteamiento es patente la falta de seriedad de todas las instituciones implicadas, que continúan empeñadas en seguir mareando la perdiz y que la ciudadanía no conozca la realidad, porque eso supondría tener que admitir la chapuza.
No es momento de sacudirse las responsabilidades, como pretenden hacer algunos señalando a Madrid. La obra es propiedad del Gobierno español, pero tanto el Gobierno Vasco como las Diputaciones y PNV y PSE, socios en todos ellos, son también responsables directos del despropósito y no pueden pretender hacernos colar que ellos no tienen nada que ver. No es momento para el cinismo.
Es el momento de abandonar los tics de imposición que desde sus comienzos han mostrado todas las instituciones. No es este un proyecto que llevaríamos a cabo nosotras. Pero teniendo en cuenta que la mayor parte de la obra está hecha, es el momento de detenerse para pensar cuál es la mejor opción para articular el territorio y sus redes de transporte. No se puede caer en la tentación de lanzarnos a guerras entre territorios como parecen pretender PNV y PSE. Porque lo cierto es que, sea la conexión por Gasteiz o por Ezkio, y se ponga como se ponga la Diputación de Gipuzkoa, una persona que salga de Bilbo llegará a Iruñea antes que otra que salga de Donostia, a pesar de que la distancia sea menor. Es el momento de pensar en clave de país. Ahora.