AKTUALITATEA

Economia | 2025-05-12

El viernes se confirmó lo que todos y todas sabemos en Euskal Herria desde siempre: que aquí el Estado español ha empleado la tortura de forma sistemática como herramienta contra la ciudadanía vasca durante décadas, siendo miles y miles los y las vascas que han padecido torturas a manos de las autodenominadas FSE.

El fallo de la Audiencia Nacional española, herederas del TOP franquista, ha sido quien ha emitido por primera vez un fallo reconociendo la tortura a ciudadanos vascos. Sólo era necesario una sentencia de este tipo para que se confirmase lo que con el caso de Iratxe Sorzabal se apunta: es la punta del iceberg. Miles y miles han sido los y las torturadas como herramienta y estrategia organizada por parte del Estado español en su intento permanente de imponer un marco constitucional que no fue aprobado por el Pueblo Vasco.

"La tortura es una violación flagrante de los derechos humanos. La tortura nos rebaja a todos y rebaja todo lo que toca, incluyendo a los torturadores y a los sistemas y Estados en que la tortura ocurre. Bajo ninguna circunstancia se debe permitir que los crímenes de los torturadores queden impunes y se deben desmantelar y transformar los sistemas que permiten la tortura". Éstas son afirmaciones del secretario general de la ONU, António Guterres, al respecto de la lacra de la tortura, y entendemos que quien tiene a la ONU como garante internacional de los derechos universales tendrá qué decir al respecto de esta importante sentencia.

Callar hoy es encubrir la tortura

Los responsables políticos no pueden obviar que miles de personas han sido torturadas y también deben asumir sus responsabilidades políticas. Es más, sería una gran aportación a la convivencia democrática en Euskal Herria.

En este sentido, el silencio de algunos líderes políticos e institucionales, así como de medios comunicativos, es altamente significativo. Quienes no hacen más que pontificar sobre los derechos humanos y el llamado suelo ético se mantienen en un estruendoso silencio que, en estos momentos, se traduce a un acto cómplice. El silencio ahonda en el manto de impunidad con la que se ha actuado con la tortura. Callar hoy es encubrir a los torturadores. Sin verdad, reconocimiento y reparación no es posible construir una convivencia democrática real.

Este auto, que confirma la utilización de la tortura, también constata otras dos realidades. Por una parte, que numerosas personas vascas, además de padecer tortura, han sido encarceladas por las declaraciones obtenidas bajo este "terrible e inhumano trato". Por otra parte, confirma la existencia de torturadores que, a pesar de todas las denuncias, siguen sin reconocer su responsabilidad en estas vulneraciones de los derechos humanos, siguen sin reconocer su responsabilidad en estas vulneraciones de los derechos humanos.