AKTUALITATEA


| 2022-01-13 13:26:00

Tras dos largos años de pandemia iniciamos este 2022 en medio de una sexta ola de dimensiones hasta ahora desconocidas. Dos largos años durante los que el cansancio, el hastío y la incertidumbre han ido haciendo mella en la sociedad. La falta de anticipación, la indefinición estratégica y la incoherencia de las medidas adoptadas a lo largo de los últimos meses por las principales administraciones del país nos ha llevado a tener una de las tasas de incidencia más altas de Europa. Décadas de privatización y precarización de los servicios públicos han generado el escenario perfecto para que el sistema se vea desbordado una y otra vez. La última de ellas este inicio de 2022. El sistema sanitario se encuentra al borde del colapso y los principales servicios públicos altamente tensionados por el aluvión de bajas laborales por contagio de coronavirus, con plantillas mermadas y profesionales agotados haciendo frente a la ingente tarea de mantener los servicios esenciales sin los recursos y el personal suficiente.

Mientras la gran mayoría del país reclama el refuerzo estructural del sistema sanitario, el Gobierno Vasco se entretiene implantando medidas cosméticas sin incidencia real a la hora de hacer frente a la expansión del virus y tratando de derivar la responsabilidad de su gestión de la pandemia a la ciudadanía. Dos años después de la irrupción del virus el Gobierno ha agotado el crédito de tener que enfrentarse a una situación desconocida. Durante esta sexta ola ha quedado en evidencia su incapacidad para poder afrontar esta crisis con decisión y garantías. Ha quedado en evidencia la incapacidad para tomar medidas y establecer criterios efectivos, coherentes y compresibles para el conjunto de la ciudadanía.

Pero la inacción no se limita a la gestión de la pandemia. Con la irrupción del virus se aceleraron y visibilizaron, también, las carencias de nuestro sistema de protección pública y nuestro tejido socioeconómico para poder afrontar el futuro con garantías. Hubo consenso a la hora de proclamar que nos enfrentábamos a un momento histórico con múltiples retos generacionales y que de la respuesta que fuéramos capaces de dar a ellos dependería el bienestar de las futuras generaciones. Reto climático, transición energética, digital y demográfica, transformación del modelo de producción y consumo y refuerzo estructural del sistema público, y en especial de la sanidad, la educación y el modelo de protección social. Dos años han pasado sin que se haya avanzado un milímetro en ninguna de estas tareas.

La necesidad de cambio se impone. Araba necesita afrontar estos retos con premura, planificación y decisión. Araba necesita de nuevas certezas. Nuevas certezas que, desde la colaboración y el dialogo, nos hagan vislumbrar un futuro mejor, un futuro que aporte seguridad y estabilidad al conjunto de la sociedad y en especial a las nuevas generaciones. Es momento de comenzar a construir un futuro sobre los valores que florecieron de manera espontánea al inicio de esta crisis y que, sin duda, prevalecen y siguen siendo mayoritarios a pesar de que se pretenda hacer ver lo contrario. Colectividad, solidaridad, igualdad, justicia y defensa de un sistema universal y público de protección social son los valores sobre los que levantaremos la necesaria transformación del territorio. Estamos a tiempo.