AKTUALITATEA


| 2020-05-23 17:29:00

 

No es lo mismo el imaginario que la imaginación. Se podría entender por imaginario las imágenes, creencias, conceptos de una comunidad para representar el mundo, que en las sociedades disciplinadas se refuerzan a través de los mecanismos de control social. Y pueden llegar a ser tan sólidos que adquieren un carácter casi religioso, se convierten en mitos, a menudo los damos por buenos por tradición, por costumbre y por comodidad, sin espíritu crítico.

Nuestro imaginario colectivo puede ser que tenemos libertad, que todos tenemos las mismas oportunidades, que la sociedad del bienestar está asegurada, que la ciencia va a dar respuesta a los problemas de nuestra civilización, que el modelo productivo y económico no tiene alternativa, que la gestión de nuestras instituciones es perfecta, o que vivimos en el oasis vasco.

Este imaginario fosilizado nos puede ofrecer seguridad, sí, pero también una imagen falsa alejada de la realidad. Y en este sentido, nos puede vincular a realidades y problemas del pasado, cerrando puertas a nuevas realidades o nuevas respuestas a los problemas.

El imaginario siempre es político, pero la esencia de la política no debería consistir en mantener un imaginario determinado, sino en imaginar y construir el futuro a través de la imaginación. Como decía Sartre, el momento más importante de la práctica política es el de la imaginación, a través del cual se hace imposible y se ponen en marcha proyectos transformadores de futuro.

El primer paso para inspirar esa imaginación es pensar que algo podría ser de otra manera. Los graves fallos en la gestión de nuestras instituciones durante la crisis del Covid-19 (sanidad, residencias de ancianos, ayudas a comerciantes y autónomos, educación), los recortes en los servicios públicos durante años, la incineradora o el TAV, la gestión del vertedero de Zaldibar y sus terribles consecuencias, la falta de soberanía política nos han puesto en serios problemas. Pero el mero hecho de que la sociedad lo vea como un problema nos demuestra que no nos resignamos a ello. Es ahí donde comienza la imaginación política, es decir, el primer paso para superar la realidad.

En el estado de alarma en el que nos encontramos, EAJ/PNV ha convocado elecciones autonómicas. Con estas elecciones pretende reforzar el imaginario colectivo que durante décadas han construido para mantener el status quo en la ciudadanía y, al mismo tiempo, mantener dormida su imaginación. Los ciudadanos quieren tenernos en falso imaginario, impotentes para imaginar otra realidad, mientras se mantienen poderosos en la gestión de lo real.

Sin embargo, la situación que vivimos puede reforzar la capacidad transformadora de la ciudadanía y de nuestra comunidad. Lo político no lo podemos entender como el trabajo gerencial de la administración institucional. La política requiere aspiraciones y proyectos transformadores. Para ello, debemos librar nuestro imaginario colectivo de mitos como "no hay alternativa", "Es lo que hay" o "oasis vasco". Necesitamos imaginación y libertad para construir nuevas realidades, nuevas soluciones y nuevas prácticas. Necesitamos nuevas políticas ciudadanas e institucionales.