AKTUALITATEA


| 2024-11-10 17:17:00

Han pasado cuatro años ya desde que en plena pandemia comenzara el goteo que a la postre se ha convertido en aluvión de proyectos energéticos en nuestro territorio. Cuatro años durante los que la mala gestión, o la falta de ella, tan sólo ha contribuido a generar malestar, incertidumbre y preocupación en la ciudadanía.

No vamos a profundizar hoy en la falta de visión y capacidad de anticipación de los Gobiernos durante décadas, o los años perdidos en debates y obsesiones estériles como el fracking, o los proyectos energéticos impulsados por el propio Gobierno Vasco y que tuvieron que ser desechados por su afección medioambiental. La lista de despropósitos es considerable pero, al fin y al cabo, agua pasada no mueve molino y el cambio climático ya está aquí y debemos avanzar.

En todo caso, sí queremos recordar que hace ya más de tres años que EH Bildu hizo pública y trasladó a los principales agentes del territorio la propuesta Araba Zero Karbono. Un documento que planteaba una de hoja de ruta para avanzar en la transición ecosocial del territorio hasta lograr, en el plazo de tres décadas, la total descarbonización de Araba. Una propuesta que definía en detalle el escenario deseable para 2030. La oferta para entablar un diálogo sincero que nos llevara a acordar un plan compartido nunca obtuvo respuesta por parte de los partidos gobernantes de las principales instituciones del territorio, pero por parte de EH Bildu, sigue estando encima de la mesa.

Mientras tanto, lo cierto es que nos encontramos frente a una emergencia climática cada vez más palpable, al tiempo que asistimos a un despliegue de renovables sin una planificación adecuada, sin objetivos ni hoja de ruta actualizadas. Decenas de proyectos se agolpan en trámite administrativo. Proyectos en los que, en su gran mayoría, prevalecen los intereses lucrativos de los promotores y las lógicas de mercado. Una sensación de indefensión e incertidumbre se extiende, lógicamente, entre buena parte de la ciudadanía. Sobre todo en las zonas afectadas, que prácticamente son ya la totalidad del territorio. Mucha gente se pregunta en base a qué intereses se definen los proyectos y cuánto territorio vamos a dedicar al despliegue de renovables. Y, hoy por hoy, las instituciones no ofrecen ni confianza, ni respuestas convincentes.

Llegados a este punto es indispensable poner orden de una vez por todas. Es indispensable limpiar el escenario de proyectos especulativos y desproporcionados que no generan más que incertidumbre y desconfianza en la ciudadanía. No es aceptable, bajo ningún concepto, que se acumulen casi 60 proyectos de renovables de gran escala en el territorio alavés. Hablando con claridad, deben desaparecer del horizonte proyectos como el megaproyecto de más de 1.600 MW divididos en 32 centrales fotovoltaicas de 50 MW y la línea de evacuación de más de 100 kilometros a Zierbena promovido por Solaria o los 200 kilómetros de línea de alta tensión proyectados por Forestalia para evacuar en Gasteiz energía generada en Aragón. Y deben desaparecer, también, otros muchos proyectos impulsados de manera oportunista con el único objetivo de lograr pingües beneficios especulando con las tramitaciones o con la adquisición de tierras.

Paralelamente es indispensable trasladar confianza y certidumbres a la ciudadanía y hacerla partícipe y protagonista en la lucha contra el cambio climático y en el proceso de transición a las energías renovables. Si alguien considera que es posible hacer una transición de la dimensión de la transición energética sin la participación y la complicidad de la ciudadanía se equivoca de cabo a rabo. La transición energética solo se puede hacer de la mano de la gente, prestando una especial atención, por su conocimiento del territorio, a la opinión de las comunidades locales. Para ello será fundamental una planificación pública y democrática y la puesta en marcha, a la mayor brevedad, de procesos ciudadanos que nos lleven a consensuar cómo realizar el despliegue de renovables en el territorio. 

Como hacíamos hace más de tres años en Araba Zero Karbono, debemos definir con claridad, de la manera más compartida posible, los objetivos realizables para 2030. Objetivos que antepongan el interés general, el compromiso por la lucha contra el cambio climático y la voluntad de transitar a una producción y consumo de energía más cercana, justa y democrática por encima de la lógica de mercado. Objetivos que tengan en cuenta el ahorro y la eficiencia energética, que impulsen decididamente el autoconsumo y la generación distribuida, así como un despliegue razonable y equilibrado de proyectos de mayor escala. Despliegue que debe hacerse protegiendo de manera escrupulosa los espacios de alto valor ambiental y el suelo agrario de alto valor estratégico haciendo compatibles la transición energética con otras dos áreas estratégicas como son la preservación de la biodiversidad y el impulso al sector primario.

Desde EH Bildu seguimos considerando que la lucha contra el cambio climático y la transición energética es una oportunidad para avanzar en la construcción de una sociedad más justa y solidaria. Es una oportunidad para avanzar como país en una materia estratégica como es la soberanía energética y alcanzar un tejido socioeconómico que se situé dentro los límites biofísicos del planeta. En definitiva, una oportunidad que ni debemos, ni podemos dejar pasar. En esa dirección ha trabajado, trabaja y seguirá trabajando EH Bildu.