AKTUALITATEA

Ekonomia | 2022-11-03

Hay muchas maneras de acercarse a esta cuestión en nuestros tiempos, pero la de Jose Mari Esparza es totalmente desacertada, porque alimenta un discurso peligroso antiinmigración que se quiera o no va de la mano del racismo. No se trata de juzgar intenciones, ni trayectorias personales, por supuesto, sino de situarse ante la publicación de un texto que ha generado malestar y rabia y que ha sido utilizado para deformar las posiciones y el trabajo que mucha gente en este país, desde la izquierda soberanista y desde otros ámbitos está haciendo en torno a este tema.

Ciertamente, las migraciones provocadas por la desigualdad económica que genera el capitalismo en los países de origen, profundizan también en las desigualdades sociales en los países receptores. Ante ello, consideramos que lo que se debe hacer es denunciar y combatir aquí esa precariedad y defender por ello mismo los derechos de las personas migrantes, tal y como como lo están demostrando el sindicalismo soberanista u otros como el de las empleadas del hogar desde una perspectiva sindical antirracista, en vez de señalar a la inmigración masiva como la causante. Esta es una primera respuesta que se le podría haber dado a la persona que preguntó qué hacer con la inmigración. El problema de fondo son las relaciones de poder que impone el capitalismo y la destrucción de las condiciones de vida en gran parte del planeta. El problema de fondo está en las guerras, en la razón geopolítica expansionista y hegemonista que las alimenta, pero también en el inmenso daño causado al clima y a los ecosistemas en cada vez más lugares. Porque la gente llega y va a llegar en el futuro a nuestra tierra huyendo del hambre, de la miseria, de las violaciones masivas de derechos y libertades y también de las consecuencias derivadas del cambio climático.

Una precariedad y desigualdad que son además apuntaladas por los estados a través de las legislaciones de extranjería, por lo que también hay que combatirlas y no dar opción a que podamos confundir quién es nuestro enemigo, nativa o extranjera la misma clase obrera como se suele reivindicar. Combatir estas legislaciones excluyentes que establecen personas de primera y segunda categoría en función de su situación administrativa es otra de las respuestas a qué hacer con la inmigración desde una clave de derechos no utilitarista. Claro que debemos evitar romantizar las migraciones, como si no supiéramos qué tragedias y qué traumas supone para quien debe dejar su tierra, pero también para quien queda en ella en una sociedad desgarrada por la partida de miles de sus hijas e hijos. Pero aquí y ahora, mientras no seamos capaces de modificar esas relaciones estructurales de poder, no podemos hacernos trampas al solitario: decir no a las migraciones sin cambiar el mundo que las impulsa y convierte en inevitables es alimentar peligrosamente un sentido común reaccionario. Por eso, aunque siempre en primer lugar hablemos del derecho de toda persona a vivir en su lugar de origen con dignidad sin verse obligada a migrar, debemos insistir en denunciar las causas que estas provocan, tal y como nos lo dicen nuestros compañeros de militancia africanos y africanas frente al expolio y a las políticas neocoloniales que sufren sus pueblos y que son la principal causa de las migraciones económicas.
 

En cualquier caso, lo que nos toca en Euskal Herria es gestionar sus consecuencias, además teniendo en cuenta que somos una nación sin Estado a quien se nos niega disponer de nuestras propias políticas migratorias con las que poder regular el derecho a la ciudadanía en igualdad de derechos, deberes y oportunidades para todas las personas. Esto no es fruto de la casualidad ya que con ellas (leyes de extranjería o nacionalidad, regulación de la inmigración, control de las fronteras...) los estados condicionan la situación de las naciones minorizadas al no proporcionarles herramientas, ni recursos para que ellas mismas gestionen unos procesos migratorios que les afectan de manera notoria en aspectos lingüísticos, sociales, económicos, identitarios, en la convivencia o en sus procesos de desarrollo cultural. Mediante esta imposición nos generan escenarios de incoherencias en la medida que no se nos permite gestionar situaciones no deseadas. Un ejemplo paradigmático es lo que ocurre en las mugas del Bidasoa, donde estas políticas migratorias generan muertes y constantes vulneraciones de derechos, ante lo cual poco podemos hacer, porque se nos impide establecer unas vías seguras que faciliten el tránsito de las personas migrantes y donde se garanticen los derechos humanos. Otros ejemplos pueden ser la negación del derecho al voto a miles de personas que residen en nuestro territorio o la negación del derecho para el aprendizaje del euskera.

Para lo único que podemos tener cierto nivel competencial desde los actuales marcos autonómicos es para las denominadas políticas de integración social (vivienda, empleo, sanidad, educación...) y con muchas limitaciones ante la debilidad del denominado Estado de bienestar y las trabas que se ponen a las personas migrantes para acceder a él (empadronamientos, renta de garantía de ingresos, vivienda, sanidad, segregación en la educación…). También para las políticas de acomodación cultural para las que en general se invierte poco, pero por las que desde EH Bildu hemos apostado decididamente con un modelo democrático de gestión de la diversidad cultural propio, integral, participativo, inclusivo y antirracista. Un modelo para articular la convivencia intercultural desde el mutuo conocimiento y reconocimiento de todos los orígenes y culturas presentes en Euskal Herria. Todo ello también responde a qué hacer con la inmigración, junto a la exigencia del derecho a decidir nuestras propias políticas de migración y nacionalidad con las que poder garantizar todos los derechos a todas las personas. Para avanzar hacia ello es necesario dotar de competencias plenas a los actuales ámbitos territoriales para que desde Iruñea y Gasteiz podamos decidir unas políticas propias en el ámbito de la diversidad cultural y las migraciones.

Así mismo debemos tener muy presente que migrar es un derecho y que toda persona tiene derecho a ejercerlo para escapar de la pobreza, para buscar un futuro mejor, para huir de cualquier tipo persecución política o de las consecuencias del cambio climático. Por ello hemos de defenderlo y tratar de hacer realidad esa Euskal Herria como lugar de acogida en la que se garantice una ciudadanía plena a todas las personas. Esta también es nuestra respuesta a que hacer con la inmigración, para superar el discurso del “otro” frente al “nosotros”, tal y como lo hacen nuestros carteles cuando dicen denok egiten dugu herri o cuando el viejo lema de ANV se enfrentaba al fascismo con el no importa de dónde venimos sino a donde vamos.

A estas alturas un discurso antimigraciones no aporta nada para favorecer la inclusión y la convivencia en nuestro pueblo. Y no digamos ya para incorporar alianzas a nuestro proyecto político. ¿Cómo podemos pensar en decirles que se queden en sus lugares de origen para no ser cómplices del gran capital? En EH Bildu nos toca ser reflejo de la sociedad vasca y por ello también de su realidad multicultural para establecer puentes con las personas migrantes y de diferentes orígenes, teniendo siempre como bandera la defensa de los derechos humanos y la lucha antirracista. Por muchas razones, pero sobre todo porque no hay un ellos y ellas frente al nosotros y nosotras, porque la izquierda soberanista vasca está llena de migrantes y descendientes de migrantes, en un país que ha conocido desde el siglo XIX una espiral de migraciones en todos los sentidos, sin la que no seríamos lo que somos. Esta debe ser la respuesta que podemos dar a qué hacer con la inmigración para no caer en los marcos ideológicos de la ultraderecha que rechazan las migraciones de los sectores más empobrecidos, ni en los del utilitarismo económico de quien no busca sino mano de obra barata, ni en los del paternalismo y buenismo de una supuesta izquierda que habla de multiculturalismo en lo decorativo pero que niega derechos, levanta centros de internamiento, cierra y militariza fronteras o impulsa legislaciones de extranjería que segregan.

Por último, debiéramos entender que las migraciones son uno de los retos importantes a los que se debe enfrentar la sociedad vasca, junto a otros tan significativos como la crisis ecológica, el envejecimiento de la población, el incremento de las desigualdades sociales, la digitalización y robotización o la globalización económica con sus graves consecuencias en el ámbito laboral. Por lo tanto, nos corresponde abordarlo con una propuesta propia como país dándole la prioridad e importancia que requiere un reto de estas características. Si somos capaces de gestionarlo adecuadamente lo convertiremos en una oportunidad para articular una sociedad más libre, más viva, más dueña de su futuro.

¿Qué hacer con las migraciones, por tanto: qué nos gustaría que hicieran con nosotras y nosotros otros pueblos si mañana tuviéramos que abandonar nuestro país con el corazón desgarrado y sin recursos? Ahí tenemos una pista muy útil, desde otra manera de entender y disputar el sentido común. El color de la piel o el origen de quienes habiten este país en unas décadas no es un problema, sí lo es que no nos dejen decidir en libertad. Como es un problema -y grave-, ver el color y origen de nuestras nuevas vecinas como un problema, porque nuestro proyecto de país para la República Vasca de Iguales pasa por ser construido entre todos y todas, sin exclusiones de ningún tipo y por supuesto teniendo también en cuenta toda nuestra realidad multicultural.

 

EH BILDUKO KULTUR ANIZTASUNAREN IDAZKARITZA /

SECRETARÍA DE DIVERSIDAD CULTURAL DE EH BILDU

Joseba Ginés, Diana Urrea, Abou Douf, Kepa San Martín, Yuri Franz Cornejo, Aydé Gutiérrez, Luz Angélica Orozco, Gina Milagros Acea, Txekun López de Aberasturi, Maite Ezkurra, Roberto Macho, Patricia Perales, Maider Beloki, Izaskun Duque, Jokin Mélida, Edurne Muñoz, Peio Goiatxe y Olaia Duarte.