AKTUALITATEA


| 2020-04-03 16:25:00

Dicen que de los periodos de crisis sale lo mejor de uno/a mismo/a y que, si se gestiona bien, se sale reforzado/a. Efectivamente, a lo largo de estos días estamos viendo que la solidaridad y trabajo comunitario – auzolana – se está convirtiendo en el protagonista de esta cuarentena obligada. Son muchos/as los/as donostiarras que han decidido agruparse y crear redes de cuidado en sus barrios para apoyar a las personas que así lo necesiten (personas mayores en situación de aislamiento, familias con necesidades económicas de diferente tipo, etc.). También ha habido pequeños comerciantes y hosteleros – como es el caso de Pandora o Gandarias – que, pese a la mala racha que se les avecina, han decidido preparar menús diarios para repartirlos entre familias y personas que hasta ahora recibían apoyo del banco de alimentos, actualmente cerrado. Hay además, 123 donostiarras que han decidido aportar una cantidad económica para ayudar a todas esas personas que no pueden seguir el lema de “quédate en casa”, por el simple o, más bien, complicado hecho de no tenerla, llegando a recaudarse en unos días más de 7.000 euros, que serán gestionados por la Red Ciudadana de Acogida de Donostia.
También se suele decir que, en situaciones de crisis, tomamos conciencia de lo que verdaderamente importa y de lo que no, de las prioridades que hay que mantener y mejorar de cara a prevenir nuevos periodos de dificultades. Y viendo lo ocurrido en nuestra ciudad desde que se decretó el estado de alarma el 15 de marzo, y tras escuchar las demandas de muchos colectivos, organizaciones y vecinos/as de la ciudad, creo que nos situamos ante tres prioridades y retos de futuro que son urgentes. 
En primer lugar, el papel del pequeño comercio en nuestros barrios. Tras años impulsando macro-centros comerciales desde el Ayuntamiento (ampliación de Garbera, propuesta de Belartza…), las necesidades del día a día nos demuestran el valor de lo cercano, de la tienda al lado del portal sin necesidad de transporte, de la atención personalizada que nos ofrece encargos incluso por whatsapp para que nuestra seguridad no se vea perjudicada y vayamos a comprar con la certeza de que nuestro producto estará listo cuando bajemos a por él. Y, a su vez, la cuarentena nos regala un viaje al futuro para ver lo que pasará en nuestras calles si la tendencia de cierres de pequeños comercios de los últimos años (10% de los comercios de la ciudad han cerrado en los últimos 4 años, siendo especialmente preocupante el caso de Gros ya que concentra el 40% de los cierres) se mantiene: calles sin vida, dependencia total de un medio de transporte para poder obtener los productos, aumento de personas en situación de desempleo... Tenemos, por lo tanto, que adoptar un compromiso urgente desde las instituciones, que pasa por una apuesta real y efectiva del sector y el cumplimiento de la moratoria de las grandes superficies.
En segundo lugar, la crisis sanitaria ha puesto encima de la mesa otra crisis que hace tiempo que veníamos anunciando junto con el movimiento feminista: la crisis de cuidados de personas dependientes. Y como dato positivo diré que, por lo menos, el COVID19 ha ayudado a poner en valor y dar el reconocimiento que merecen a las 400 auxiliares a domicilio que cuidan cada día de nuestros mayores. Queda por delante convertir ese reconocimiento social en un reconocimiento económico y laboral que permita salir de la precariedad a las trabajadoras del sector, tanto en domicilios (sin olvidarnos de todas las mujeres migrantes que a nivel privado trabajan en los hogares donostiarras) como en residencias - recordemos que estás últimas llevan prácticamente un año el huelga a la espera de una respuesta por parte de las instituciones. 
Y en tercer lugar, llegamos a la importancia que tiene disponer de una vivienda digna. Se supone que esto ya lo sabíamos, de hecho, tenemos una ley vasca que reconoce la vivienda como un derecho subjetivo, pero entre planes estratégicos, borradores, informes y proyectos se pierden las personas. Y el 15 de marzo el lema “quédate de en casa” nos ha recordado que en la ciudad hay más de 200 personas que no tienen un sitio en el que quedarse. La presión de las organizaciones del tercer sector ha generado respuestas por parte de las instituciones y el Ayuntamiento ha habilitado sitios en los que poder acoger temporalmente a unas 180 personas. Pero todavía unas 70 personas se quedan literalmente en la puerta de estos centros de acogida, a la espera de tener un lugar donde dormir. Y mi pregunta es, ¿qué pasará con toda esta gente cuando termine el estado alarma? ¿Cerraremos las puertas de los centros y les dejaremos de patitas en la calle el 13 de abril? Quiero pensar que todo esto nos habrá servido para darnos cuenta de que la única forma de tener una sociedad sana y cohesionada es hacerlo con un sistema de bienestar que no deje a nadie atrás.
Tomo prestadas unas palabras del comunicado publicado estos días por la Red de Acogida Ciudadana de Donostia: “no es asumible escudarse en muchas acciones positivas que se vienen realizando, si luego, en casos que claman al cielo, somos capaces de actuar con una falta de humanidad que echa por tierra lo anterior”.  
Esperemos que esta oportunidad de parón, de solidaridad y de reflexión, nos ayuden a dar forma a la ciudad que queremos y a salir reforzados/as.