AKTUALITATEA


| 2020-02-27 15:33:00

Donostia es una ciudad que, todavía hoy, sigue vanagloriándose de su comercio. No hay más que ver las guías turísticas. Donostia quiere mostrar su especificidad a través del comercio, y en ese querer situarse como destino comercial, se invita al visitante a conocer la ciudad a través de sus comercios. Destacan que en Donostia se mantiene “la esencia del comercio tradicional”, que los comercios "han mantenido su carácter" y que, por tanto, son "un escaparate de su especial idiosincrasia". Callejear de tienda en tienda, es un de los "diez imprescindibles" que el visitante debe cumplir: "y comprar en las tiendas de siempre como si fueras donostiarra". De hecho, se les recordará que "las experiencias más especiales y autóctonas" son aquellas actividades relacionadas con la economía del lugar y la vida cotidiana de los y las donostiarras.

La ciudad, sin embargo, tiene visibles cambios. Los hoteles y los pisos turísticos sustituyen a las viviendas residenciales. Las nuevas actividades económicas al servicio del turismo transforman la estructura productiva de la ciudad. Maletas de ruedas versus carros de la compra. Pintxo y vaso de txakoli a diez euros. Y rótulos en cualquier otro idioma que no sea el euskera. Palabras como "gentrificación" o "fondo buitre" han dejado de ser extrañas, y Blackstone, Airbnb, Azora, Glovo, Rentals u Outlet las hemos adaptado al lenguaje habitual. Mientras tanto, decenas de nombres propios que eran parte de nuestra cotidianidad son condenados al olvido: Koxkera, Rekalde, Semillas Elosegi, Ostertz, Loretxu...

Los cambios, además de evidentes, también son espectaculares. Y en cuanto al comercio respecta, el declive es especialmente evidente. Los carteles de "en venta" y "se alquila" abarrotan las calles. Incluso quien mide el éxito de un sector económico en función de su contribución al Producto Interior Bruto de la Ciudad no podrá obviar la realidad, en cuanto la aportación del comercio en su conjunto ha disminuido un 0,4% en los últimos cinco años.

Las cosas no han sucedido, sin más. Las políticas públicas han primado las grandes superficies comerciales, y la ampliación de Garbera es ahora una gran amenaza, así como los proyectos de Ilunbe y Belartza. En una década se ha perdido el 22% del pequeño comercio y solo en el último año se han cerrado 106 establecimientos. En el mismo periodo, los establecimientos hosteleros han crecido un 3,4%. Es la gentrificación comercial. Junto al aumento desmesurado del turismo, también se han disparado los precios de alquiler de los locales comerciales. Un bar puede pagar un alquiler mayor que, por ejemplo, una zapatería. En consecuencia, las nuevas actividades económicas dirigidas al turismo han sustituido a los comercios necesarios en el día a día. La tendencia ha sido predominante, especialmente, desde la entrada en vigor de la nueva Ley de Alquileres Urbanos en 2015. Desde entonces, muchos comerciantes y hosteleros que formaban parte del imaginario y la vida de los barrios del centro de la ciudad han tenido que cerrar o traspasar el negocio, y hoy en día solo las grandes cadenas y grupos empresariales pueden hacer frente a dichos alquileres.

Conscientes de la deriva que ha tomado la ciudad, garantizar el derecho a vivir con dignidad en Donostia se hace urgente. En este sentido, y para garantizar el bienestar de los y las donostiarras, entre otras cosas, necesitamos una economía que esté al servicio de la vida. Una economía ajustada a las necesidades del territorio y de la comunidad, cercana, que aproveche de la manera más eficaz los recursos con los que cuenta el barrio o el pueblo. El comercio local es, en este sentido, un agente importante para garantizar la dimensión económica del bienestar. No en vano, la vida del barrio o del pueblo y la salud del comercio local van unidas. Además de aportar vitalidad y seguridad, nos ofrece cerca de casa los productos y servicios necesarios para el día a día. Saber, sabemos bien, que el bienestar no se vende en las tiendas, pero la cercanía aporta un valor añadido al comercio minorista. Fomenta las relaciones de confianza y reciprocidad y fortalece las redes sociales, que son un factor imprescindible para asegurar una vida satisfactoria. Como dijo el investigador Robert Putman, la profundidad y el alcance de las relaciones humanas que tiene una persona es el parámetro más significativo para diagnosticar la felicidad.

Lo local nunca ha dejado de ser importante. Incluso en esta época de globalización rápida, el proyecto de vida de cualquiera de nosotras depende de lo que suceda en el territorio. Quien ha sido obligado a mudarse lo sabe bien. Con la pérdida de la vivienda se pierden las redes sociales, la infraestructura social y el vínculo emocional, imprescindibles para asegurar una vida satisfactoria. Las redes de proximidad (familiares, amistades o vecinales) son importantes a la hora de organizar la vida cotidiana y favorecer la movilidad social.

Pero no damos palos de ciego. En el sector del comercio minorista no todo es felicidad. Los pequeños comercios están en crisis y para mantenerse en la competencia capitalista, a menudo tienen que apretarse a sí mismos (multiplicando la carga de trabajo, alargando la jornada...). Las fluctuaciones de los precios de mercado, por su parte, provocan la autoexplotación de los productores y hacen inaccesible el comercio minorista para un sector social en situación de vulnerabilidad. Consciente de esta realidad, Arrate Corres (Vitoria-Gasteiz, 1981) se pronunciaba recientemente en la revista Argia: "Lo local no se mide en kilómetros, sino en relaciones de poder". Porque el territorio no es nada sin los cuerpos que caminan sobre él. En todos los eslabones de la economía (producción, distribución, venta, consumo) hay que cuidar las relaciones de poder para que no se estrechen entre sí; y en ámbito del comercio local, está claro, será más fácil construir relaciones horizontales e igualitarias.

Vivimos grandes cambios, como los ecológicos, y algunas consecuencias serán ya inevitables. El futuro no traerá un escenario único, sino muchos, pero conscientes de la lentitud con que se están planteando las medidas para encauzar los problemas, hay más razones que nunca para pensar que la re-localización de todos los compenentes que una comunidad necesita para sustentarse a sí misma será vital. En estos tiempos en que el neoliberalismo está destruyendo vidas y territorios, la musculatura de lo local puede marcar la diferencia entre una calidad de vida digna y una degradación vil. Y fomentar el consumo local, la producción local y la distribución local será imprescindible para crear una nueva forma de economía acorde a los retos a los que nos enfrentamos.