El PNV empleó sus esfuerzos en el diagnóstico y en el cálculo de las consecuencias partidistas-electorales de la crisis. Tardó en reaccionar, y ahora tiene prisas en convocar las elecciones. Para EH Bildu ahora lo prioritario no es poner urnas.
Los periodos de crisis sirven para medir la naturaleza humana y política de las personas e instituciones. En la ‘normalidad’ puede resultar cómodo y rentable gestionar la continuidad, sobre todo si se acierta en figurar que se vive en el ‘oasis vasco’. Para ello es suficiente contar con cierto número de recursos que gestionar ─sea o no de manera eficiente─, y un efectivo entramado clientelar y mediático. Es, sin embargo, en la excepcionalidad, cuando hay que gestionar situaciones adversas y difíciles, cuando se muestra el carisma y la talla humana y política de las y los líderes de una sociedad.
En la actual crisis que vivimos, mucho más que simplemente sanitaria, estamos presenciando en tiempo real la capacidad de reacción y gestión de los líderes políticos. Entre las cuestiones relevantes en su gestión está la del tiempo de respuesta.
Para gestionar bien cualquier crisis de semejante magnitud, resulta vital el tiempo de respuesta. Es fundamental evaluar la situación y actuar con rapidez, para así poder minimizar o al menos controlar su impacto y, como en el caso de Chernobyl, para la supervivencia de los vecinos y técnicos. En aquel desastre la burocracia y el secretismo alargaron tanto la respuesta, que la crisis se tornó en un conflicto de una magnitud dramática. Episodios similares se han reproducido en el planeta, por dejadez, falta de visión estratégica, burocracia o simples intereses políticos. Evidentemente, estamos ante uno de esos casos.
La tardanza en la respuesta de las instituciones vascas ─con el PNV y el lehendakari a la cabeza─ en los dos últimos acontecimientos relevantes (Zaldibar y pandemia) ha sido extremadamente exagerada, muy alejada de lo que se le exige a un gobierno y a un supuesto líder político.
En lo que respecta a la gestión de la pandemia, la exigencia de una actuación rápida era de manual. Pero nuevamente la latencia del PNV fue contraria a las necesidades que exigía el momento. Llegó tarde y mal, llegó a despreciar incluso a quienes exigían una intervención rápida (Ortuzar llamó Nostradamus a Otegi), llegó a despreciar a los consejos de expertos médicos y apresurar la normalidad de la actividad industrial, a despreciar la capacidad de la EHU/UPV de producir tests, a priorizar empresas e intereses particulares… Sin embargo, paradójicamente, siempre mantuvo la urgencia de celebrar las elecciones autonómicas.
Como es bien sabido, la escasa velocidad de respuesta ha tenido graves consecuencias en sanidad y en el desarrollo de la pandemia: segundo país del mundo en fallecidos per cápita, detrás de Bélgica y por delante de España. Esa es nuestra Basque Country internacional: un fracaso histórico que desmonta todas esas idioteces del “oasis vasco”.
Pero la falta de reflejos del PNV obedece también a otras razones. Los jeltzales emplearon sus esfuerzos en el diagnóstico y en el cálculo de las consecuencias partidistas-electorales de la crisis. Y tras el diagnóstico llega la estrategia para sacar el mayor rédito posible, sobre todo el económico y el político: hacer caja y urna.
Así se entiende, por un lado, por ejemplo el hecho de marginar la iniciativa de la EHU/UPV y disponerse a repartirse el pastel con farmacéuticas y empresas privadas, y, por otro, la urgencia de convocar elecciones autonómicas en julio.
A pesar de que el PNV nos diga que lo que “toca ahora es hablar de elecciones”, “porque lo que viene en otoño exige un gobierno muy fuerte y un parlamento muy atento y activo”, desde EH Bildu les decimos que no, que lo que toca ahora es:
Para EH Bildu no toca hablar de elecciones, porque no están garantizadas ni la salud, ni la normalidad social, ni los parámetros socio-sanitarios mínimos, ni las libertades democráticas plenas.
No hacen falta urnas, hacen falta tests.
No hacen falta urnas, hacen falta medidas de rescate para salvar familias, comercios, autónomas/os y empresas.
(Tomado a Iñaki Egaña de naiz.eus)