AKTUALITATEA


| 2020-06-27 14:42:00

 

La pandemia ha dejado al descubierto, por un lado, nuestro carácter vulnerable y, por otro, la insensatez de nuestro modo de vida. Lo primero es estructural, y lo segundo, coyuntural; pero sin comprender e interiorizar lo primera, difícilmente podemos cambiar lo segundo.

 

El pensamiento hegemónico a nivel mundial y, en particular, dibujado por Occidente, nos ha querido hacer creer que los seres humanos somos personas racionales y, por tanto, autónomas. Este pensamiento establece una falsa dicotomía entre la razón y las emociones y nos indica que quien actúe con razón (normalmente hombre blanco, burgués, hetero...) obtendrá una recompensa de la autonomía. Pero ese "hombre champiñón" que se enseña con devoción en las facultades de economía no existe. Un hombre autónomo que no necesita de otros para sobrevivir. El feminismo y el ecologismo llevan décadas demostrando que ese mito es absolutamente falso, pero el covid-19 nos ha llevado a sentirlo en nuestros cuerpos durante largas semanas. Porque no es lo mismo escuchar, repetir y asentir con la cabeza, o sentir, interiorizar y vivir conscientes de ello. ¿Cómo? ¿Qué haríamos nosotras sin médicos o enfermeras? Antes del Covid podíamos preguntarnos eso, pero ahora, entre otras preguntas, también podemos hacernos la siguiente: ¿qué haríamos nosotras sin limpiadoras, trabajadoras de tiendas o cuidadoras de niñas/os y adultos?

Los seres humanos, todos y cada uno de ellos, somos interdependientes; sólo podemos sobrevivir juntos, con o sin pandemia. Por lo tanto, no tiene sentido competir, porque sólo la cooperación nos puede salvar. Si eso no entra en el cráneo, no le daremos la vuelta a la situación coyuntural, o si se prefiere, a este neoliberalismo heteropatriarcal racista.

Como decíamos al principio, en la situación límite provocada por la covid-19, aunque sea por un instante, la insensatez de nuestra vida ha quedado muy patente y la colisión entre modelos ha adquirido un cuerpo al alcance de los dedos. Aunque la pregunta parezca antigua, podemos responderla con una nueva visión y experiencia: ¿qué vamos a poner en el centro, el capital o la vida?

Quienes han puesto el capital han puesto por encima de su salud los intereses de los que más ganan en el mercado: las necesidades sanitarias, socioeconómicas o afectivas de la ciudadanía se han relegado a un segundo plano con continuos cálculos economicistas; al trabajo sí, pero sin cuidarnos a nosotras mismas ni a las de nuestro entorno, ni siquiera para despedirnos de los más cercanos; los aplausos sí, pero especulando con los recursos que necesitábamos en centros de salud, residencias y centros de atención; gastando  millones para acelerar el TAV y recortando en silencio en el ámbito de la sanidad y la educación.

Los que hemos puesto la vida como prioridad, sin embargo, hemos dicho "primero la vida", y "después, también la vida". La economía, la economía de todas, la economía del pueblo, que no es más que el conjunto de procesos para responder a las necesidades del pueblo. Por lo tanto, economía sí, claro que sí, pero a nuestro servicio, al servicio de la ciudadanía, no para satisfacer la insensatez de una élite.

Vamos a colaborar, no a competir. Vamos a mirarnos, a conocernos y a tener en cuenta nuestras necesidades. Eso es lo que ha hecho EHBildu en esta pandemia, lo que ha hecho anteriormente y lo que va a hacer en adelante. Porque nosotras estamos dispuestas a apostar por la vida. ¿Y tú? ¿Vas a dejar en manos de los de siempre decidir qué poner en el centro?