Contra la homofobia, el racismo y el machismo no sirven las medias tintas. Ninguna excusa es válida para tolerar en nuestro entorno actitudes que denigran o vulneran los derechos humanos.
Se trata de tolerancia y de intolerancia. Intolerantes son los y las que mantienen actitudes machistas, homófobas y racistas en su vida cotidiana; los y las que alardean de ello y los y las que desprecian al prójimo por razón de raza, género o condición sexual. Y tolerantes pero igual de intolerantes son los y las que cuando son testigos de este tipo de actitudes miran hacia otro lado o lo justifican.
Y es un virus que se ha extendido entre la juventud, también entre los y las que se declaran progresistas o abertzales. Estoy harto y asqueado de escuchar los mismos argumentos de siempre: es que los latinos vienen a quitarnos el trabajo (en una ocasión una persona de mi entorno político me dijo que era una vergüenza que un latino tuviera trabajo y yo, un gudari, estuviera en el paro), que los moros se dedican a robar y violar, que son los beneficiarios de la RGI mientras los vascos somos ciudadanos de segunda…
¿Os suena?
No. No existe justificación alguna para este tipo de actitudes y la respuesta debe ser radical. En este caso sí, de tolerancia cero. Los asesinatos de mujeres o los apaleamientos en vía pública de migrantes o de miembros de la comunidad LGTBI son sólo la punta del iceberg, la demostración extrema de la intolerancia y el odio. Pero las actitudes cotidianas, los comentarios en círculos cerrados, los micro machismos, los micro racismos…son el germen, la semilla que crece en nuestra sociedad y que, o la cortamos de raíz y a tiempo, o acabará por apropiarse de nuestras conciencias, cada vez más dormidas.