Cuando los conductores de Bizkaibus dijeron que la forma en la que daban la vuelta en Azkorri no era segura (2018) el Ayuntamiento decidió construir una rotonda (2020). Hasta aquí todo bien, lento pero bien. Lo que fue una sorpresa y posterior fuente de conflicto fue el lugar elegido: decidieron construirla más abajo de dónde los autobuses daban la vuelta.
Fuimos muchos los que en 2020 nos sorprendimos con el lugar elegido, y pedimos explicaciones, pero ya no sabemos a qué atenernos. En su momento nos dijeron que allí no había sitio, cuando la evidencia visual decía lo contrario, hoy hace escasamente una semana nos dijeron que no se construyó allí arriba porque parte del terreno era privado. A simple vista el espacio asfaltado ya era en su momento más grande que el elegido para la rotonda, pero bueno. Si la dificultad real era la propiedad privada de parte de los terrenos, resulta evidente que existen herramientas para solucionar la situación, desde la compra hasta la expropiación. La pregunta es ¿de quién eran los terrenos?
La cuestión es que PNV y PSE, desoyendo a todo el mundo, construyeron la rotonda donde quisieron y sin molestar a los propietarios del terreno que parecía el idóneo. Y cuando lo hicieron vulneraron la ley. Y cuando vulneraron la ley, la asociación Azkorri Bizirik en 2021, ante la habitual sordera municipal, acudió a los tribunales, y en 2023 el Tribunal Superior de Justicia del País Vasco le dio la razón y obligó al ayuntamiento a reponer los terrenos a su estado original.
Casi dos años después, fiel a su proverbial diligencia y eficacia, el equipo de gobierno de PNV y PSE aborda la obra impuesta por el TSJPV, y al parecer lo hacen sin contar con la Diputación Foral de Bizkaia que ni corta ni perezosa ha eliminado “temporalmente” el servicio de autobús a los vecinos y vecinas de Azkorri (qué culpa tendrán ellos y ellas).
Ahora PNV y PSE exigen a la Diputación, pero se me antoja, que ya que han hecho todo tarde, podían haber hablado antes, y buscar una solución: construir la rotonda en el lugar que todo el mundo esperaba utilizando los recursos que la ley pone a disposición de la administración para hacer valer el interés público, poner un servicio auxiliar de autobuses más pequeños o incluso utilizar el parquin para dar la vuelta y así se matan dos pájaros de un tiro (menos coches y mas transporte público en un entorno que hay que proteger).
La respuesta del Ayuntamiento es esperar al santo grial del PGOU. Ese plan que trata de corregir la aberración cometida en 2001, que lo hace mal y sigue apostando por el cemento, y que lleva, si es que llega, con 16 años de retraso. La respuesta es otra cabezonada, no vaya a ser que les salga urticaria por reconocer que se equivocaron.
¿Y por qué los conductores de autobús se quejaron en 2018 y no antes? Es conocida aquella megalomanía del PNV que pensó hace 25 años que sería un acierto construir casas hasta en las macetas de los balcones, tornar gris todo lo verde. Azkorri sucumbiría al cemento en el ideario de los batzokis de Andra Mari, Areeta y Algorta. Pensaron mas tarde que tal vez no fuese buena idea, y sin cambiar un PGOU naturicida por ellos aprobado comenzó un largo periplo de dilaciones, algún que otro enfrentamiento judicial con grandes propietarios y permisos en precario. De esta forma se generan nuevos usos en una zona que hay que proteger y también aumenta el tráfico privado (seguro que aquí el Covid también tiene la culpa).
Llegan las cabezonadas municipales (o tal vez no tan cabezonadas como apunta Elortegi), cabezonadas como las de hoy, una rotonda que no cumple con el PGOU que el PNV aprobó. El mismo PNV que quiere sentarse a esperar al nuevo PGOU mientras los vecinos y vecinas de Andra mari, Azkorri y Zientoetxe se quedan sin autobús.