En Getxo demasiadas personas, aitas y amas, hermanos y amigas siguen viajando todos los meses por las carreteras de la dispersión, siguen atentas al teléfono siempre a la misma hora, con el corazón en un puño, siguen preparando el paquete cada dos semanas, soñando con levantarse una mañana y ver el final de la pesadilla.
Olvidarnos de su existencia, hacer como que ésto no va con nosotras, relativizar el drama que siguen viviendo nuestros y nuestras represaliadas es como renunciar al derecho a reivindicarnos como sujeto político con aspiraciones a ser dueños de nuestro propio destino.
Los que hemos pasado muchos años alejados de nuestros seres queridos, encerrados en inmundas ciegas a cientos de kilómetros de Euskal Herria, sabemos de lo importante que es sentir la solidaridad de nuestra gente, recibir esa carta con la caligrafía reconocible, esa visita que ilumina el locutorio, ese guiño cómplice… Es el aire que nos permitió resistir y decir hoy alto y claro que la historia de los y las presas políticas vascas es la historia de una gran victoria.
Intentaron aniquilarnos como personas y como militantes y para ello utilizaron todos los medios a su alcance, los más crueles, el aislamiento, la dispersión, la violencia física y psicológica… Lo intentaron todo pero aquí estamos, con la cabeza bien alta, aportando nuestro bagaje militante a una sociedad en construcción.
Tenemos que perseverar, no desfallecer, seguir enviándoles nuestra fuerza y solidaridad hasta que el ultimo y la ultima presa abandonen la ultima cárcel. Se lo debemos. Nos lo debemos. Para que su historia siga siendo la historia de una gran victoria.