Tras un año desde que llegamos al gobierno municipal de Plentzia, mediante tres artículos queremos reflexionar sobre los retos, enseñanzas, limitaciones y vivencias de lo que ha supuesto este intenso año. Este primer artículo lo dedicaremos a reflexionar sobre el funcionamiento de las instituciones locales, su día a día y las dificultades que afrontan municipios como el nuestro. Si bien los hemos dividido en tres artículos, no se pueden entender como compartimentos estancos.
Hego Euskal Herria cuenta con 525 municipios. Aparte de las cuatro capitales, solo Irún, Getxo y Barakaldo cuentan con más de 50.000 habitantes. Entre 25.000 y 50.000 habitantes solo hay 9, seis de ellos situados en el área metropolitana de Bilbao. Otros 37 pueblos tienen entre 25.000 y 10.000 habitantes. El resto se divide entre 10.000 y 5.000 habitantes, siendo 37 municipios. Hay 73 municipios con poblaciones entre 5.000 y 2.000 habitantes y 362 son de menos de 2.000 habitantes. En cada territorio, la concentración de la población es diferente según el número de habitantes, pero no vamos a centrarnos en ello. ¿Por qué contamos todo esto? A sabiendas de que cada territorio cuenta con sus peculiaridades, vamos a centrarnos en Bizkaia.
Las administraciones locales, grosso modo, cuentan con una estructura con una figura superior principal, la secretaría. Después estarían los técnicos de cada departamento (urbanismo, finanzas, jurídico, cultura…), y en una escala inferior, los administrativos. Esto es extrapolable a la policía municipal o las brigadas de obras con sus respectivas subescalas. Se presupone que cada cual debe cumplir unas funciones específicas.
La realidad de los ayuntamientos pequeños es bien distinta. En los de mayor dimensión o en la diputación existen departamentos específicos que, peor o mejor, tienen sus funciones definidas, con sus subescalas. En la medida que el ayuntamiento tiene menos habitantes, se tiende a simplificar y a crear cajones de sastre donde entra todo.
¿Qué sucede en los municipios pequeños? Esa organización y división del trabajo no responde a la realidad del día a día de los municipios, ni de la parte política. Esta división, si bien en su fundamento responde a unas estructuras liberales burguesas-borbónicas de la organización del trabajo, no sirve para responder a las necesidades de las administraciones con menos músculo, es decir, las más pequeñas. ¿Qué sucede cuando solo cuentas con una persona en un puesto y se ocupa desde las licencias de obras y terrazas hasta el control de plagas o muchas más funciones? ¿Qué labores termina haciendo el personal empleado en ayuntamientos pequeños cuando no tienen un departamento de contratación? ¿Qué sucede si no tienes a nadie atendiendo a la ciudadanía? ¿O cuando falta cualquier operario que está de vacaciones y no hay nadie que supla sus vacaciones? Podríamos poner más de un ejemplo que afecta a todos los departamentos.
Muchas veces pasa que todos terminamos realizando labores que supuestamente no nos corresponden. No se pueden tapar todos los agujeros que la sociedad demanda y competen a las instituciones locales, generando un coste personal a los empleados o, en última instancia, se termina externalizando servicios. Pese a ello, se trabaja mucho y bien.
A la fecha resulta más fácil externalizar que hacer públicos los servicios o crear puestos nuevos, siendo la interinidad estructural. Los amigos de Milei dirán, pero no hace falta irse tan lejos, dirán que lo público no funciona correctamente. Podemos decir que la organización actual de la administración nos lleva a ello, a ese supuesto, pero más por sus carencias que la sociedad visibiliza que por lo que sucede en el día a día. Siendo una realidad extendida, tanto en ayuntamientos pequeños como grandes, que no existen herramientas de control sobre aquellos servicios externalizados o que muchas veces estamos a merced de los precios que van marcando de manera “organizada”. En el supuesto de la externalización, existe una variante: que las grandes casi siempre ganan, ante la imposibilidad de las pequeñas o aquellas empresas con carácter social. Es el caso de la central de contratación de la Diputación de Bizkaia.
Esto también se mide en capacidad financiera. A la fecha, por cada habitante de Plentzia recibimos por parte de Udalkutxa 360 euros menos al año que cada habitante de Bilbao. Eso sin contar las inversiones directas que se realizan en torno a la capital o la capacidad logística que tienen para acceder a subvenciones. Si recibiéramos lo mismo que la capital vizcaína este año contaríamos con 1.575.000 más en nuestras arcas.
Recientemente, en las reuniones de barrio que realizamos, salió la posibilidad de optar a las famosas ayudas europeas. La realidad de las subvenciones es que casi nunca están cuando las necesitas. Además de ser un sistema de competición entre municipios, donde a los pequeños les supone un sobresfuerzo descomunal poder presentarse a las innumerables subvenciones que salen de diferentes instituciones. Hablo de subvenciones de todo tipo: igualdad, energía, accesibilidad, participación, mejora de instalaciones deportivas, participación…Nos ha pasado que en alguna ocasión hemos tenido que “parar rotativas” para poder presentarnos. ¿Cuánto personal se pierde ejecutando estas subvenciones, deliberando? Habría que analizar qué ayuntamientos son los que más subvenciones reciben; sin un dato empírico sobre la mesa, nos atrevemos a decir que los que tienen mayor músculo administrativo.
En conclusión, el sistema de financiación e inversión municipal impulsado por la diputación no sirve para hacer frente a los retos de los ayuntamientos medianos y pequeños. Tampoco el sistema de subvenciones nos sitúa en una situación de igualdad, porque, como decía, el esfuerzo y la capacidad de nuestros ayuntamientos es reducida, repercutiendo en las inversiones y servicios. Tener poco músculo pesa en la capacidad de resolución… Esto al final lo sufren los y las plentziarras, al igual que los habitantes de otros municipios.
Para finalizar, una reflexión y un agradecimiento. Por un lado, si queremos que las instituciones locales sean el baluarte del cambio, de la transición ecológica, de los cuidados, de políticas público-comunitarias, requiere organización territorial, de planificación de políticas, requiere facilitar la reversión de los servicios para que estos sean públicos (lo público no entendido de manera jacobina) o facilitar la creación de puestos, de optimizar recursos, de acabar con el sistema de subvenciones, de otra repartición de Udalkutxa y de dotarles de una maquinaria administrativa adaptada a sus necesidades en estos tiempos tan vertiginosos, o de erradicar la división social del trabajo existente hoy en día en la administración.
Finalmente, agradecer la profesionalidad de los y las trabajadoras del ayuntamiento, pese a la adversidad y dificultades realizan una labor encomiable. Ahora más que nunca necesario creer y reforzar lo público.